viernes, 27 de julio de 2012


Los primeros rayos de sol entraban por la ventana y pasaban a través de las cortinas blancas de la puerta de acceso a la terraza. Ella, se despertó con una extraña sensación y cuando sus pies descalzos tocaron la fría superficie de las baldosas recordó ese sueño.

"Era una noche fría de verano, su pelo ondeaba al ritmo del viento y sus zapatos azules hacían un extraño ruido al pisar la acera, que cada vez se hacia mas estrecha. Caminaba sola por una ciudad repleta de gente, distraída, mientras sus ojos brillaban sin apenas distinguirse entre la oscuridad, farolas y un mar que se hacia interminable. Algo hizo pararla en seco. Una mano la agarraba del brazo, de manera suave y delicada. Al girarse, curiosa, el mar paró sus olas y la gente desapareció, fue entonces cuando sus ojos se encontraron y la mano que la sujetaba bajó para encontrarse con la suya. Y ahí estaba ella dándole la mano a un desconocido y sin saber que decir, perdida entre la inmensidad de sus ojos. Y dije desconocido a pesar de que se conocieran más que cualquier otra persona. El viento dejó de hacer ondular su cabello y él se lo aparto detrás de la oreja susurrando a la vez algo que ella no pudo llegar a entender. Después de tal vez segundos que a ella le parecieron años eternos, sus cuerpos fueron acercándose hasta que sus frentes chocaron delicadamente y sus narices se rozaron en un suave vaivén. Desconociendo la razón el preguntó:
- ¿Sigues soñando atardeceres?
Y mirándole a los ojos, entre susurros, ella respondió:
Cuando dejes de ser mi utopía, yo dejaré de soñar atardeceres."

Ella olvido el sueño después de beber su café con leche y comer sus magdalenas caseras, pero en ningún momento abandonó esa sonrisa que solo él sabía hacerle sacar.


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