domingo, 3 de junio de 2012

Lo juro: no era nada bonito.









      Por no hablar de los kilometros... centímetro a centímetro. Milímetro a centímetro y centímetro a milímetro. 20 céntimetros. 20 centímetros que más o menos por decir que nos separan. La distancia. Tonterias. Idioteces. Es una estúpida escusa. En fin. Sigo mirándote, sí. Te miro, y asiento como si escuchase todo lo que me estás contando aún sin estar haciéndolo por aprovechar estos instantes para estudiarte, como a esas ecuaciones logarítmicas que jamás sabré resolver. A dos mil y pico kilómetros recorridos en silencio, calcúlales los segundos. De ahí sacas todas las palabras que no te digo, de esas los motivos que no te doy, y de los últimos los abrazos que merezco. O al menos los que necesito.




ADEMÁS.


Porque los recuerdos no siempre saben mal. A mi a veces me gusta catar aquello que antes era un momento que me hacía vivir más rápido, ¿Sabes? De esos que te hacen querer acelerar el ritmo mientras el tiempo para y todo queda entre risas, amigos y silencios. Recordar, sentir.



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